Construcción informal

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Por: Ricardo León Aguilar

Hace unos años atrás, hablar de empresas inmobiliarias en Cajamarca era para no creerlo. Poco a poco, el boom de la construcción remeció a la ciudad del cumbe debido a la gran demanda de casas y lotes de terrenos que los habitantes desean adquirir. Carteles de venta de terrenos y casas los encontramos por todos los postes de luz de la ciudad. Ante tal situación económica comenzaron a aparecer empresas inmobiliarias. La mayoría de ellas son formales, poseen el capital necesario para construir edificios y brindar un producto óptimo a todos sus clientes.

De la misma manera que las empresas formales, han aparecido ciertas empresas del mismo rubro, que se colocan nombres similares a algunos slogans del gobierno, referidos a proyectos gubernamentales de casa propia o techo propio. Esto es sin duda con la intención de tener un nombre llamativo y que sirva de marketing. Ello estaría bien si se tratase de un buen producto o, al menos, con buenas intenciones. Lamentablemente aquellos nombres, tan sólo buscan embaucar a algunos incautos que tienen el anhelo de poseer algo propio en este mundo que, parafraseando un título de la obra de Ciro Alegría diría que es ancho y ajeno.

Estos sujetos, dueños de unas seudo inmobiliarias, creen que al autodenominarse empresarios, les dan un nivel de confianza y un estatus superior. Al parecer, no son consientes que no son más que el retrato de lo grotesco y roñoso de la mediocridad de medio país. Venden propiedades ajenas sin tener algún respaldo jurídico, convirtiéndose en unos burdos estafadores. Las consecuencias se verán cuando los nuevos compradores traten de inscribir su propiedad en Registros Públicos.

Este problema no podría llegar a ser mayor, salvo el agravante que vienen cumpliendo algunos notarios públicos de la ciudad. Estos letrados, se han tomando funciones de jueces al momento que la gente acude a ellos. Sin ningún reparo legalizan firmas en documentos, sin explicar a la gente que tal acto tan sólo se dirige a la firma, más no, al contenido de los mismos. Esto ocasiona que la gente caiga en error, pues creen que al colocar un sello y firma de un notario, le da un valor a un documento que ni siquiera, en su pensamiento, Dios puede cambiarlo. No saben que algunos contenidos serán rechazados en un futuro proceso judicial.

En ese sentido, sujetos inescrupulosos, se valen de la buena fe de la gente haciéndoles firmar un papel, que según ellos es un contrato, en este caso de compra-venta de terrenos. Los llevan ante un notario, donde tan sólo se coloca una firma y un sello sin percatarse, por lo menos, de la validez y legalidad de los mismos. Estos hechos han traído consigo una mina de oro para gente facinerosa, que se hacen valer de cualquier documento mal redactado para apropiarse del dinero de la gente, mediante la venta de lotes de terrenos y casas que no les pertenece.

Esperemos que las autoridades hagan algo al respecto. Que no sólo se limiten a inaugurar obras dejando de lado problemas concretos de la ciudad. De la misma forma es necesario que cuestionemos el trabajo de los notarios, pues su función también implica cierto compromiso ético con la sociedad, que al menos, debe de reflejarse en el breve análisis que le corresponde hacer en los documentos que firman, para que luego no le den más carga al Poder Judicial al sellar cualquier absurdo documento.

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