Mi verdad de Contumazá

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Por: Ricardo V. León Aguilar

 Al escribir este artículo me encontraba en la playa disfrutando de un buen calor para opacar el triste frío de Cajamarca. Sin embargo a pocos días de mi estadía, sucede la catástrofe en Japón, por lo cual tuve que evacuar la playa y encontré un buen momento para empezar este escrito con mayor seriedad.

Debo confesar que no soy contumacino de nacimiento pero, parte de mi sangre, viene con orgullo de aquella insigne provincia. Además desde niño he visitado innumerables veces a Contumazá, con lo cual me permite intentar un modesto análisis que no dejará de ser algo atrevido y por lo cual pido disculpas si es que hubiese algún lector ofendido.

Siempre me ha llamado la atención las pendientes que tienen las calles de Contumazá, las que son perfectas para causar un gran dolor en las posaderas gracias a un resbalón. Es más creo que alguna vez yo mismo sufrí de aquellos golpes.

El frío en la misma ciudad de Contumazá es espeluznante, sin embargo también dentro de su geografía tiene poblados que el calor, hace semejar que estuviésemos dentro de un horno a punto de caer en el halo del sueño. Estas dualidad de climas, poco aprovechado por las autoridades, son también el reflejo de ciertas actitudes de algunos ciudadanos y políticos.

Desde que conocí la provincia he tenido la impresión que las autoridades están desconectadas con su población, es más, la misma población está desconectada con su provincia. Me sorprende de manera peculiar que la gran mayoría de contumacinos no sueñen con ver a su provincia desarrollada, pues estos sueños que pueden tener bizarría y gallardía, son ocupados por la simpleza de la migración a la costa. Muchos sueñan con vivir en Trujillo.  Si bien es cierto que cualquier migración humana es normal y más teniendo en cuenta que nuestra actual sociedad se fundó a través de migraciones y sabiendo que no existe culturas estáticas, ello no es óbice para olvidar tan tozudamente al lugar en el que se ha nacido.

Por otro lado las autoridades no ven de cerca a su tierra, no han tenido contacto con la pobreza y las necesidades que tiene la gente. Han pasado obstinadamente a formar una costumbre de conformismo que tan sólo vive soñando con glorias pasadas. Para ser más específicos, sueñan con aquellas épocas en la que el hotel de turistas aún tenía huéspedes, sueñan también con la época en que la gente acudía al teatro, pues ahí se presentaban obras artísticas o, al menos, era escenario para alguna reunión de carácter socio-político que si conseguía llenar las butacas.

La ceguera patética de estas seudo-autoridades que ha tenido la mala suerte de tener la provincia, me hace recordar la obra de Saramago “Ensayo sobre la Ceguera” en la que relata una ceguera blanca, que es causa de la destrucción de la sociedad en la que se desarrolla la novela. La ceguera de las autoridades creo que está llevando a la provincia al mismo fin que la obra mencionada, pues políticas de desarrollo no existen en puridad de la palabra. Y, menos podríamos hablar de desarrollo sostenible. Contumazá ha tenido la suerte de poseer una geografía exuberante, es más, también tienen restos pre-incas, como es Tantarica. Con todo ello bien podría generar una economía sostenida en base al turismo, si es que al menos se hubiesen preocupado por cuidar la antigua ciudad de Cuismanco.

Llegar a Contumazá por Chilete es una azaña, y más si es en invierno. Esa carretera tan antigua aún sigue siendo algo más que un camino de herradura. Pues si vamos en verano el polvo es tan abundante que uno llega gringo hasta la ciudad y no por raza, sino, por sucio; pero si vamos en invierno es necesario tener temple de hierro para afrontar tan jabonosa carretera. Es en ese sentido es que me pregunto el por qué las autoridades son tan dejadas y, de seguro responderían a esa interrogante diciendo: “no hay dinero”, lo que pasa es que no tienen visión, capacidad de gestión ni mucho menos de gasto. Pero sabiendo que la sociedad civil es el mayor fiscalizador de todos, por qué no reclaman como otras provincias, y mi respuesta es que lamentablemente que se han pasado mucho tiempo cantando al pino soñador en el malecón de la plaza de armas.

Este carácter desidioso también ha llegado a los campesinos contumacinos, los cuales al estar cerca de 500 años después de la invasión española, no han mejorado en mucho sus condiciones de vida, pues siguen sumidos en una pobreza única por culpa del Estado. Son mañosamente obligados a vender sus productos a bajos precios, debido dicen unos a las malas carreteras que hay y ello trae como consecuencia que los camioneros no paguen mucho por los productos.

Como dije en un principio, este análisis es muy breve, ha sido tan sólo un pequeño boceto del cuadro contumacino, al cual le falta agregar aún muchos colores. Empero, todo ello puede cambiar si es que los que queremos a Contumazá nos sentimos en la obligación de reflexionar y estar dispuestos a que antes de querer cambiar a las autoridades, necesitamos un cambio de corazón y mentalidad de nosotros, en la que pongamos en el pedestal a nuestra provincia, pues de seguir así y si reviviesen personajes insignes de esta tierra se volverían a morir al ver cómo está su tierra que tanto orgullo le han dado.

1 Comentário:

Unknown dijo...

Y eso que no estas considerando a la gente que desapareció de LA COCHA tierra de mis abuelos.Muchos emigraron a Trujillo desde que aún mi madre era niña.La mayor parte de aquella gente prefirió adecuarse a la vida de la Costa dejando de lado su terruño.Si no se hubieran ido del todo a estas alturas Contumazá sería grande.

marco antonio toledo dávalos

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