Iscoconga símbolo de la exclusión

|

Por: Ricardo León Aguilar

La exclusión que han sido víctima los campesinos, viene desde tiempos coloniales. En un tiempo fue un material incalculable para literatos peruanos. Dentro de ellos podemos citar la obra de Manuel Scorza, cuando relata la historia de Garabombo el invisible. El relato trata sobre un campesino a quien las autoridades que representaban al Estado, no le hacían caso, por lo que se creyó invisible y realizó algunas travesuras revolucionarias. Por otro lado, José María Arguedas y Ciro Alegría, entre otros, han relatado extraordinarias historias, tomando como materia prima la exclusión que sufría y sufre la gente del campo.

Hoy en Cajamarca, pretenden hacer creer que la tan loada plaza pecuaria de Iscoconga (hoy ya no llamada siquiera plaza pecuaria) es una obra que traerá beneficios a las personas que comercian ahí sus productos. Muchos sostienen que la infraestructura va a beneficiar a los vendedores, pero se olvidan que también van a caminar un trecho mucho más largo de lo que normalmente caminaban hacia la antigua plaza pecuaria. ¿Qué sucede? ¿Acaso los citadinos quieren alejar cada vez más a la gente pobre que vende en aquel lugar? Déjenme recordarles que los campesinos antes mercadeaban en la Plaza de Armas de Cajamarca, con el tiempo fuimos desplazándolos hacia la zona de Huacaríz; hoy los hemos desplazado hasta el cruce de Llacanora y Jesús.

Las autoridades promotoras de esta mal obra, jamás han visto de cerca a las personas pobres y excluidas, no saben de sus necesitadas. Tener asesores no quita tal ignorancia. Un acercamiento real y concreto con la gente más necesitada no sólo es un acto obligatorio de un gobernante, sino también, un acto que enaltece al ser humano.

El pasado lunes, tuve la oportunidad de escuchar y sentir el descontento de los usuarios de la plaza pecuaria. Desde el funcionamiento de ésta nuevo complejo, tendrán que caminar aproximadamente 45 minutos más, para llegar a vender sus cosas, con la única finalidad de poder sobrevivir en esta nefasta sociedad, cosa que las autoridades parecen no conocer.

En la ciudad falta comprender que, la plaza pecuaria es muy importante no sólo a nivel cultural, sino como un factor trascendental del círculo económico campesino. Existe un comercio muy importante dentro de la economía rural, ahí es dónde pueden comprar ganado a precios razonables. Pues ellos no compran, en su mayoría, vacas de raza fina, sino ganado que pueda subsistir en la agreste geografía en la que viven. De la misma manera intercambian una serie de animales: cerdos, gallinas, ovejas, entre otros.

Eso es nuestro Perú, un cuadro disparejo. En la que aún existe formas costumbristas de intercambio de bienes, pero que los citadinos tratamos de desaparecerlo, de alejarlo, de excluirlo, de negarlo. Una obra no cambiará la realidad y querer hacer de la feria pecuaria, un sitio que calme la conciencia de algunos, en la que los campesinos traten de vender sus pocos animales que poseen ya no sobre barro, pero si sobre un frío cemento cargado de indiferencia, siendo vistos como personas pintorescas para ser puestas en un museo, es lo que no debemos permitir. Por ello debemos de denunciar que obras de infraestructura no cambia la sociedad, y menos cuando es una clara muestra de exclusión.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Todos los comentaros con mesura, para que no sean borrados.