Jóvenes a la obra, viejos a la tumba. (referido al alcalde de Cajamarca Ramiro Bardales)

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(Este artículo jamás vió la luz el 23 de septiembre de 2010, día que debió ser publicado en un medio escrito, lamentablemente creo que sufríó una censura)
Por. Ricardo León Aguilar

Hace unos días no sabía qué escribir. Las ideas se me habían ido, no sabía por qué. En un momento le eché culpa a los trabajos de la universidad, en otro a mi propia holgazanería. Sin embargo, había olvidado que estamos cerca a las elecciones y el destino me presentaba un panorama rico para ser explotado escribiendo.


Es por aquellos días que un buen amigo mío, muy cercano al círculo político del candidato a la alcaldía de Cajamarca Ramiro Bardales, me comentó que este singular septuagenario se pintaba el cabello para no dejarse ver las canas. Los cabellos blancos a causa de la edad puede significar para algunos símbolo de madures y sabiduría, mientras que para otros la prueba infalible de su vejez y decrepitud. Esta información, aparte de hacerme reír por montones, me hizo reflexionar acerca de la conveniencia de tener un alcalde muy mayor de edad.

En ese sentido, recordé las palabras de Manuel González Prada “jóvenes a la obra, viejos a la tumba”, no es el caso que le desee la muerte a este candidato, sino una invitación a reflexionar desde mi muy modesto punto de vista. ¿Qué implica y qué puede significar esta frase? La respuesta aún no me atrevo a afirmar rotundamente, pero si puedo dar algunas opiniones al respecto.

El devenir mismo de la existencia humana hace que nuestro tiempo en determinados espacios acabe y la vez sea éste renovado por otras personas. Nuestra misma condición hace que algunas veces nos aferremos a ciertas cosas, unas buenas otras no tanto. Una de ellas es el “poder”, por quien históricamente se han realizado actos de barbarie y arriesgado hasta la propia integridad. Aferrarse a determinada situación sin contar incluso con la salud es un acto que no ennoblece y más si aquel acto implica a muchas personas.

Las personas mayores son algunas veces sabias, esa sabiduría les permite reflexionar para bien. Es en ese sentido que conociendo del mismo dinamismo que implica ostentar el cargo de alcalde y más de capital de región como lo es Cajamarca, uno no puede auto negarse de sus limitaciones a nivel físico. O, a menos que sepa de antemano que él no gobernará sino más bien personas cercanas a él. En estos últimos días he conocido varias personas que dicen ser de Matara y más dicen ser familiares del candidato de la Espiga, y lo que me llama la atención es que todos ya se creen trabajadores de la Municipalidad Provincial de Cajamarca, dando sentado que si ganase este candidato, la municipalidad se convertiría únicamente en el local de la “colonia matarina” o peor aún en la casa familiar de este candidato.

No sé si este señor candidato sabe de todo lo que se teje y habla dentro de su partido alquilado, pues el partido de Restauración Nacional es básicamente de bases de la religión que se autodenominan evangelistas y, sé a ciencia cierta que no pertenece a aquella. Esto nos debe hacer que estemos alertas y ser consientes que Cajamarca necesita un alcalde con plena capacidad y que dure físicamente los 4 años de arduo gobierno, que no ponga en juego la gobernabilidad de la provincia. Y más, que tenga el coraje de decir desde un principio que va a gobernar para todos los Cajamarquinos y no dar a entender que solamente gobernaría para un sector, que fácilmente serían sus paisanos de su distrito natal y, separar desde un inicio a las personas cercanas que dicen ser sus familiares o que ya dan por hecho que van a trabajar en la Municipalidad Provincial de Cajamarca. Es tarea de todos no votar por cualquier persona, sino por el que garantice lo mejor para nuestra tierra y no sólo sea un outsider que nos cae bien pues, nos recuerda a nuestros abuelitos y que en el fondo sabemos que no garantiza un buen gobierno.

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