Santa Ana, Contumazá

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Las letras que a continuación se leen, no tratan  ser más que una simple narración de un viaje, y una reflexión muy personal de las realidades que suceden muy cerca de nosotros y alejados a vez.
Al pensar en los pobladores del campo, mucha gente de las urbes cree que todos ellos son felices, suertudos y alegres por vivir allí. Están convencidos también, que cuando visitan a los campesinos, ellos se ponen más contentos aún.


Los visitantes llegan, algo excitados al ver que los terrenos de los campesinos son más grandes que sus casas de ciudad - ¡Estos cholos tienen plata! ¡Ve tanto terreno que tienen! Y, si no tienen plata, es porque son ociosos. ¡Además mira las fiestas que hacen! ¡El campesino es vivazo, lo que pasa es que se hace el zonzo!- afirman muchos visitantes.

Es verdad que los campesinos poseen una gran extensión de terrenos; además de unos cuantos animales. El mal análisis de ello, trajo como consecuencia que desde tiempos coloniales sus tierras y animales fueran deseadas por personas de fuera a su entorno, aprovechándose su buena voluntad. De esa manera, poco a poco, los campesinos fueron desplazados hacia las peores tierras de las zonas dónde vivían. Para comprobarlo, sólo basta fijarse dónde quedan las antiguas casas hacienda y dónde quedan las casas en que vive hoy la gente del campo.

Entonces, hablamos de las dos realidades diferentes que, muy brevemente, ya he mencionado: la visión de un campo lleno de fecundidad, alegría y con vasta extensión de terrenos; y, por otro lado, la realidad del campesino desplazado. En ambos casos juzgados por los crueles e injustificados raciocinios acerca de su empeño hacia el trabajo y su apego a ciertos vicios. Estos enfoques definirían a un campo lleno de prosperidad pero, con gente incapaz e inútil. Esta afirmación es totalmente equivocada Pues, lo que a continuación escribo, hará conocer la vida de un campo más real, que, al igual que toda la zona rural del país, se encuentra alejada, pobre y que ningún individuo citadino quisiera conocer.

Santa Ana es un Centro Poblado del distrito de San Benito, que pertenece a la provincia de Contumazá, ambos enclavados en la cordillera occidental del Perú. En línea recta, se encuentra a 49 kilómetros de la ciudad Cajamarca. Empero, en la línea del desarrollo, mucho más de lo que se pueda contar, ya que las curvas de su carretera hacen llegar al destino en aproximadamente ocho horas de viaje.

La salida de Cajamarca hacia el pueblecito de Santa Ana, nos obliga recorrer varios tipos de sociedades, claramente marcados por la pobreza. Recorremos así, los distritos de San Juan, Choropampa, Magdalena, Chilete, y las provincias de Contumazá y Cascas.

Los primeros cuatro pueblos son los mismos que se recorre para viajar a las ciudades de la costa.

El trayecto desde Cajamarca a Chilete es vistoso, pues se recorre, en corte transversal, varias regiones naturales del país. Se distinguen campos de trigo, oca, cebada, papa, terminando en árboles de mangos y sembríos de arroz. Lamentablemente, esta suerte aleatoria de los pobladores, se ha visto frustrada a consecuencia del derrame de mercurio producido en Choropampa. Este pueblecito maldecido por la mano del hombre, se encuentra entre los distritos de San Juan y Magdalena. Los carros sean particulares, de transporte público o carga pesada, ni se les ocurre parar para almorzar en este pueblo. Ellos tienen miedo de la contaminación producida por el mercurio en el año 2002, que hoy, ya no se encuentra en el suelo, sino, dentro de las entrañas de los pobladores que aún quedan en Choropampa.

Pese a ello, el viaje es relativamente tranquilo. El cambio de geografía y de forma de vida de la gente, comienza a percibirse con más intensidad desde el distrito de Chilete. Éste se encuentra encajonado entre montañas que elevan la temperatura del pueblo.

En estos poblados, uno puede distinguir, desde la cultura serrana de Cajamarca, caracterizada por la timidez de las campesinas, hasta la cultura casi costeña de los pobladores de Chilete. Los pobladores caminan muy orondos al lado de la carretera. Los chiletanos no se consideran serranos, pese haber nacido en la sierra del país. Además, se visten de una manera entre serranos y costeños, que deja un sabor pintoresco en la vista de los viajeros.

Para ir a la provincia de Contumazá se va por la carretera de la izquierda en Chilete, viniendo desde Cajamarca. No es difícil de encontrarla ya que es la única carretera a la izquierda de este pueblo. Ahí comienza la travesía cansada, ardua y polvorienta.

La carretera ya no es asfaltada, es de tierra. El paisaje es seco, deprimente, impregnado de colores amarillentos y arenosos. Pero, al ir subiendo, nuevamente se cuajan con el paisaje serrano de la provincia del cóndor, Contumazá.

Al subir desde Chilete a Contumazá, se recorre unos pueblecitos muy singulares. En uno de ellos se encuentra una iglesia de un siglo atrás aproximadamente. Los rostros de la gente de la zona muestran un semblante cansado y desconfiado, matizado con el color del sol y la tierra. Veo que la gente más joven tiene los mismos surcos que tiene la pach´a mama en tiempo de sequía. Ello parece aumentar la edad de los pobladores.

El clima se vuelve nuevamente frio, el camino se llena de curvas por la misma geografía accidentada. Es en este camino que recuerdo… hay golpes en la vida / tan fuertes/ yo no sé… pues los golpes que uno recibe al viajar no son necesariamente del odio de Dios, como determina Vallejo, sino golpes del odio de un estado ineficaz, representado por gobiernos regionales y municipales ineptos que, ni siquiera, pueden arreglar bien una carretera.

Al seguir subiendo se aprecia los primeros cultivos de la zona que describo en forma ascendente: mango, yuca, camote, arvejas, frejol y waba. Luego encontramos trigo, cebada, papa, olluco, lentejas, etc.

Al arribar a la provincia de Contumazá, uno encuentra una ciudad muy antigua en su arquitectura. Posee también unas pendientes pronunciadas que, en épocas de lluvia, se pueden convertir en unos torrentes peligrosos para los transeúntes.

El viaje no termina ahí, se tiene que seguir. Existen dos rutas para llegar al centro poblado de Santa Ana, nuestro destino final. Las dos son vías que verdaderamente es una proeza atravesarlas. En este viaje elegimos la más corta. Debemos de pasar la provincia de Gran Chimú en su capital Casas, ésta pertenece a la región La Libertad.

El recorrido desde Contumazá hacia Cascas es algo arriesgado. Cuenta con una vía de un solo carril y, si uno se encuentra con otro vehículo en sentido contrario se genera un problema. Algunos choferes, sobrepasan el problema con hidalguía. A veces esa hidalguía se convierte en injurias.

Lo que llama la atención es la construcción de esta carretera. Es literalmente una repisa de roca colgada en el cerro. Varios camiones pierden parte superior de su carreta al querer pasar el túnel que, obligadamente se tiene que atravesar. De ahí, se empieza un descenso hasta llegar a Cascas que, se encuentra muy cerca de nuestro destino final, el Centro Poblado de Santa Ana. En esta provincia, uno distingue los sembríos de uva, con la que producen un rústico vino. En este modelo económico, el estado no es eficiente con impulsar estas pequeñas industrias.

Al llegar al Centro Poblado de Santa Ana se distingue la decadencia del pueblo. De las casas se asoman las sombrías y extrañadas caras de los habitantes para saber quien ha llegado al pueblo.

El centro poblado es muy antiguo y posee mucha historia, que nace desde los habitantes pre inca. El pueblo tiene un color desierto. Es muy seco y casi una hazaña lograr sembrar. Sólo se puede sembrar en época de lluvia. La mayor parte del año, lo único sembrado en las praderas de este pueblo, son sembríos de piedras, contrastados con un polvo que nos envuelve en un manto de calor que, nos hace hundirnos en lo más profundo de nuestro ser. Este calor apesadumbrado parece calar en la cultura de los pobladores que, de alguna manera, los entorpece para realizar faenas de trabajo.

Sin saber que no hay culturas superiores a otras, la cultura santanera, por así decirlo, está aislada de la cultura serrana de donde proviene, despreciándola y deseando ser una cultura mejor. ¿Quién sabe es por sus rasgos físicos caucásicos?, ya que muchos escritos coloniales los definen como los indios blancos de las faldas de Contumazá. Pero, a la vez son despreciados por la cultura que desean ser, pues sus costumbres tienen rasgos serranos. Una mezcla algo confusa.

Esta subcultura aislada de otras, no merece un juzgamiento apresurado, sino más bien una reflexión comprensiva, dando apreciaciones que ayuden a enfocar mejor los problemas que tiene como sociedad.

La economía de Santa Ana no se puede calificar de extrema pobreza. En escalas de economías rurales se encuentra en el nivel de poder vender sus productos a terceros pero. No obstante las cosechas solo se dan con suerte una vez al año.

Estos parajes alguna vez fueron muy prósperos por ser parte del camino de herradura de Cajamarca hacia a la costa. Recorrido tan lleno de costumbres, como bailar encima de una piedra relativamente larga, para no ser asaltados o coger la terciana que, por aquellas épocas azotaba a los viajeros; son ahora olvidados casi por completo de la institución que se llama estado y que ni siquiera su ius imperio se digna hacerse presente en estos lugares. Aquello trae como consecuencia pensar, que los funcionarios del estado no saben, siquiera, de la existencia de este pueblo.

Me cuenta que muchos proyectos se ha intentado este pueblo. Todos estos proyectos apuntaban a financiar estructura material. Esto no es malo pero, si la gente tiene un gran déficit en su propia estructura interpersonal, social y política, ¿cómo se espera se desarrolle con proyectos colectivos si los principales beneficiarios son muy individualistas?

En esta misma situación nos encontramos a lo largo y ancho de este país. Estos paisajes se encuentran marcados por una pobreza que obliga al campesino, caminar horas de horas con el afán de intercambiar productos para suplir sus necesidades, con el único propósito de subsistir. Tampoco reconocen, ellos mismo, el gran potencial que tienen, pues son herederos, si no de sangre, si de territorio y de algunas costumbres de la gente autóctonas de este país, de una riqueza milenaria, que tuvieron el ímpetu de desarrollar mecanismo para trabajar la agreste geografía. De elaborar ellos mismo captaciones de agua y tanques en las alturas de los cerros, para abastecerse de agua en los días secos. Esta tecnología la podemos apreciar a unos kilómetros más arriba del centro poblado de Santa Ana, dónde existe un gran tanque artificial creado en un cerro llamado “La Pastora” que sería, tal vez, cinco siglos atrás el dispensador de agua en tiempos de sequía.

Éste es un problema socio político de estructura del país, donde se refleja el afán de una clase dominante, en dejar en decadencia a otra cultura, atrayéndola y matándola de a pocos, separándola de sus raices que al igual que aquella sigue de oprimida y pisoteada por las clases burguesas que siguen marcando la brecha económica del país, y propiciando una intensa lucha de clases, pese que son la minoría del país.

Ahora bien, la pregunta que nace es ¿qué hacer? Siento que es el párrafo más difícil que me toca escribir, pero me anima a asumir compromisos reales con dos partes inmersos en la historia: los pobladores de Santa Ana y usted, querido lector. Primero afirmo que no debemos de mirar al campo con la mirada de ciudad, con conocimientos adquiridos en aulas, sino con misericordia. La misericordia implica un caminar al lado de ellos y buscar juntos su liberación. En ese sentido es necesario comprometernos en generar espacios de organización comunal, inclusiva, revalorando su cultura, en la que prime la integración comunal. Todo ello con el fin de fortalecer sus estructuras interpersonales, sociales y políticas. De esa manera, podrán tener voz y no ser sujetos de la invisibilidad que poseen cuando acuden al estado.

Espero algún día contar que funcionó en este pueblecito con nombre de santa, o escuchar que en otro pueblecito alguien, partiendo de la reflexión propia del lugar, se comprometió y sacó adelante.